Justicia agraria, de Thomas Paine, es uno de los textos de intervención política que mejor captaron el impacto de la desposesión material y simbólica generada por la extensión de las relaciones sociales capitalistas. Su lectura debe ayudarnos a pensar cómo, entonces y hoy, la acción revolucionaria puede ir acompañada de mecanismos de participación y de rendición de cuentas que hagan de la relación entre delegados y pueblo soberano una relación fiduciaria que evite el divorcio entre el poder constituyente y la esfera de lo constituido. ¿Cómo reapropiarnos de nuestras vidas? Esta es la pregunta que Paine parece hacerse en todo momento. Tampoco hacen falta grandes sistemas filosóficos: como diría el propio Paine anticipándose a Gramsci, es cuestión de (conquistar el) “sentido común”.

Profundamente enraizado en las intuiciones del republicanismo democrático de los siglos XVII y XVIII, Thomas Paine, pensador y revolucionario, ofrece pistas para pensar la acción emancipadora de un pueblo común poco dispuesto a perder el control de su vida. La lectura de Agrarian Justice y su contextualización sociohistórica debe permitirnos entender cómo, entonces y hoy,

– las diversas formas “de acumulación por desposesión” se convierten en mecanismos disciplinadores de las grandes mayorías empobrecidas;

– la gente del común tiene la capacidad de generar una “economía moral de la multitud” que permita “decir que no” a la dinámica desposeedora del capitalismo y, así, (re)crear relaciones sociales vividas como propias;

– los mercados pueden convertirse en instituciones liberticidas pero también, en caso de que sean constituidos en favor del bien común, espacios compatibles con la emancipación social;

– la cuestión de la propiedad y el reparto de los recursos (in)materiales ha de ser problematizada como elemento central en la definición y en la praxis de una libertad y de una democracia realmente efectivas. No en vano, Thomas Paine es el primer defensor moderno de la idea de la renta básica y, más allá aún, uno de los teóricos de la función social de la propiedad, que hay que proteger ante la voracidad rentista de aquellos que quieren hacer de ella un uso exclusivo y excluyente.