Aunque la participación de las mujeres en la Primera Guerra Mundial no se dio en el terreno de lo bélico (tenemos solo constancia de su participación en enfermería o cocina), sí que tuvo lugar, sin embargo, en otro contexto, el de observadoras o periodistas, de manera que nace una primera generación de corresponsales de guerra, con nombres tan conocidos como los de Sofía Casanova, Carmen de Burgos o Nellie Bly. Será través de sus textos como podremos conocer el avance y el desenlace del conflicto. Y no solo eso: la Gran Guerra obligó a las grandes potencias europeas a un tremendo esfuerzo bélico y mandó a las trincheras a una parte importante de su población masculina, cuya aportación como fuerza laboral había sido hasta la fecha uno de los principales combustibles de la Revolución Industrial. Fue en ese momento cuando las mujeres dieron un paso adelante y obtuvieron un mayor protagonismo en el mercado laboral.

Durante la Edad de Plata –el período que va desde principios del siglo XX hasta 1936–, España vivió una eclosión literaria en la que, además de escritores y poetas famosos, tuvieron su papel destacado mujeres poetas que lucharon por publicar y que fueron reconocidas como autoras, como Rosa Chacel, Ernestina de Champourcín o Concha Méndez. Al estallar la Guerra Civil, estas escritoras se involucraron de manera y en grado diferente en el conflicto, pero, al finalizar éste, muchas de ellas tuvieron que marchar al exilio. Se les unirían después otras que vivieron la guerra de niñas y para quienes el conflicto supuso la pérdida repentina de la infancia o la juventud. A todas las marcó la guerra y, aún peor, muchos de esos nombres cayeron en el olvido.

La situación de la mujer durante la Segunda Guerra Mundial puede decirse que es parecida a la del hombre, aunque existan diferencias, de trato y de situación profesional. Así pues, la expansión del papel de la mujer respecto de anteriores conflictos fue inevitable. Las mujeres tuvieron oportunidades como mano de obra, y su papel fue más importante que durante la Gran Guerra. Siguiendo la estela de las corresponsales, encontramos un buen número de ellas, como Marta Gellhorn o Marguerite Higgins. Mientras, en los Estados Unidos, esta situación fue simbolizada con la imagen de “Rosie la Remachadora”, una mujer que realizaba trabajos que antes se consideraban masculinos, acercándonos a las mujeres centradas en labores relacionadas con los suministros bélicos: no olvidemos que, cerca del final de la guerra, más de dos millones de mujeres trabajaban en las fábricas de armamento. Pero, desgraciadamente, las mujeres también fueron víctimas, y un muchas de ellas acabaron en campos de concentración, dejando testimonios muy reveladores escritoras de la talla de Charlotte Delbo o Ginette Kolinka, sin olvidarnos del de Ana Frank.