El Caribe, ese ansiado destino turístico, es algo más que un complejo cultural de servicios. Es ese espacio donde se disuelven las fronteras entre la cultura popular y cualquier otra forma de cultura, donde un solo autor -El Premio Nobel Derek Walcott- puede escribir Omeros para componer su Ilíada antillana y al mismo tiempo una obra teatral como Tambores y colores para reafirmar su identidad más próxima, donde una nueva cultura va dejando de definir al Caribe a través de las causas y empieza a narrarlo desde sus efectos, con los hechos por delante de las doctrinas y la gente por encima de sus jerarcas.

Aunque el Caribe comprende un territorio continental importante, el curso se concentrará en la zona insular, en la experiencia antillana. Dividido en tres capítulos, unidos por la idea de que la cultura antillana convierte las tres partes del drama griego -planteamiento, nudo, desenlace- en una tríada digestiva que implica deglutir el pasado, digerir el presente y excretar el futuro. Esos tres capítulos están conectados por viajes de ida y vuelta, navegaciones por los temas recurrentes en las grandes obras de la insularidad. Obsesiones que van desde las apropiaciones de Shakespeare, Marx o Wilde hasta las mutaciones de la plantación que reflejan las bases militares o los resorts turísticos. Desde las anticipaciones de la transculturación con respecto al multiculturalismo hasta el abanico de modelos fracasados. Desde la sublimación guerrillera de Calibán hasta el peso político reciente del reguetón.