El profético “No hay alternativa” de Margaret Thatcher se ha convertido en el estrecho marco de elaboración del realismo capitalista, inherentemente antiutópico. El colapso simbólico y la impotencia reflexiva se apropian de un presente para el que el futuro se cancela. El discreto encanto del capitalismo pasa por su invisibilidad, pero ¿cuánto tiempo puede subsistir una cultura ―se pregunta Fisher― sin el aporte de lo nuevo?

El deseo está articulado por el capitalismo y las tecnologías de consumo, cuyo marco de precariedad ontológica también opera cambios en la mecánica libidinal y la relación con lo real. A su vez, la proliferación de los desórdenes psíquicos propios del posfordismo, como el estrés, la depresión y la ansiedad, reclama una politización de la enfermedad mental frente a la patologización que la relega a la privatización y la esfera personal. Se trata de síntomas que, desde la contracultura, han encontrado un lugar de enunciación.

Absorbido y mercantilizado todo resto del potencial revolucionario que pudiera contener el modernismo, Fisher se vale del concepto derridiano de hauntología para proponer un marco desde donde pensar qué sucedió con las producciones culturales durante el aterrizaje del neoliberalismo, el porqué de su agotamiento e incapacidad para imaginar futuro. La sesión aborda estas preguntas atendiendo a las contingencias del contexto cultural español desde la década de los 80 hasta la actualidad.

La interiorización de los dispositivos de vigilancia se ha consumado en el marco posideológico del realismo capitalista, que es especialmente realista en su presunción de no creer ya en el gran Otro. La nueva burocracia descentralizada prolifera y lo permea todo, socavando cualquier tipo de responsabilidad política en esta “cultura de la auditoría”, donde prima la opresión, la interpasividad y la cooperación.