El cuerpo, como instrumento, ha liberado su expresión aprendiendo en los márgenes, de aquellas áreas no restringidas por la educación ni la vergüenza: la infancia, la locura, el trauma… Cine y fotografía fueron decisivos en la construcción de una nueva gestualidad, hallando en la instantánea y la excepción un aprendizaje necesario, acorde a una vida urbana en la que la proximidad y la concentración demandaron una comunicación interpersonal silenciosa, rápida y eficaz.
En ningún ámbito como la comedia es esto tan evidente, el traslado al escenario y las pantallas del cuerpo descontrolado, desinhibido, ingobernable, de aquello que constituía caso de estudio en los hospitales: la histérica o el epiléptico. Del vínculo entre la fascinación decimonónica por las patologías nerviosas, la caricatura, el vodevil y el cinematógrafo existen ensayos ejemplares como De Charcot à Charlot, de Rae Beth Gordon. A partir de él, trazaremos un juego de espejos que recorrerá las siguientes décadas relacionando la expresión cómica en el cine y su constante inspiración en el cuerpo anormal.